Jesús es el buen
Pastor, se preocupa de los más débiles, de la oveja perdida, de cuando tenemos
problemas- Él nos ama y nos llama.
En el Evangelio de Juan (10,27-30) escuchamos a Jesús presentarse como aquel Pastor que se encarga completamente de sus ovejas, las cuida y da la vida por ellas. Sus ovejas escuchan su voz, Él las conoce y ellas lo siguen.
Efectivamente. Son muchas las personas que
venían de lejos para escuchar a Jesús: de Siria, de Jerusalén… Y decían
admiradas: “Nunca nadie ha hablado como Él.”
El evangelio de Juan narra el ascenso en
popularidad de Jesús con muchos milagros realizados desde las Bodas de
Caná (Juan
2) hasta
la Multiplicación de los Panes (Juan 6). Pero, después de tanto prestigio
popular, se produce un claro enfrentamiento entre Jesús y los líderes judíos
¿Envidia? ¿Miedo a perder poder? ¿Miedo de que los fuera a reemplazar? En este
contexto Jesús les presenta la bella Parábola del Buen Pastor
¿Qué dice esta Parábola?
Hay que recordar que en tiempo de Jesús, los
pastores, que tenían sus propios rebaños, los llevaban a pasar la noche a un
gran redil, que era custodiado por uno o varios guardas. Por la mañana, cada
pastor llamaba en el redil a sus ovejas, salían alegres con él, porque las
conducía a los mejores pastos.
¿Por qué eligió la figura del Buen Pastor?
Este es un título bíblico. En la Biblia se
dice que Dios es como el Pastor de su pueblo (Ez 34; 36; Jr 23 y el
famoso salmo 23).
Este título se aplicó primero a los jefes de
Israel, como David, que debían actuar como un Pastor puesto por Dios. Pero,
como muchos reyes de Israel no se preocuparon realmente de las ovejas, sino que
se aprovecharon de ellas, Dios prometió que Él mismo vendría como Mesías a
cuidar a su pueblo, a proveer a sus necesidades y a administrarle verdadera
justicia (cf Ez 34,11-31).
Desde el profeta Miqueas (2,12-13) comienza a
abrirse paso en la mentalidad israelita la idea de un mesianismo
de los pobres, en el que un «resto» del pueblo de Israel, cautivo en
Babilonia, es el portador de las promesas mesiánicas del Reino (Sofonías
3,11-13).
Y Jesús se reconoció en ese mesianismo pobre y
no en el mesianismo triunfalista que esperaban otros
sectores de la sociedad de su tiempo, como los líderes judíos y muchos otros.
De esta forma Jesús, al llamarse «el Buen
Pastor», reivindica para sí el lugar del Mesías y de Dios. Él es el pastor
enviado por Dios para visitar y buscar sus ovejas perdidas. Es Dios revestido
de amor que viene a recibir a todos los hijos pródigos. Y por extensión es el
nuevo pastor del nuevo pueblo de Dios, de su Iglesia, de todos, aun de los que
viven fuera, de los perdidos, de los que no tienen pastor. A todos los quiere
salvar y cuidar.
¿Por qué los líderes judíos son como los ladrones y asalariados?
Los ladrones y bandidos no pueden soportar a
un buen pastor, porque un buen pastor no les deja cometer sus fechorías. La
predicación y el ejemplo de Jesús amenaza su poder.
Los líderes judíos vienen a Jesús no para
buscar la verdad, sino para entramparlo, desprestigiarlo y condenarlo. Buscan
su destrucción. No les interesa el bien de Jesús ni el de sus seguidores. Lo
que pretenden es que los seguidores de Jesús lo abandonen.
Jesús dice también que hay otras voces distintas a la suya. ¿Cuáles son estas voces?
La voz del dinero, de la corrupción, del sexo
extramatrimonial, de la mentira, de los falsos amigos, de los miedos y
apetitos, la voz de la rabia y la rebeldía, de la injusticia y de la muerte, la
voz de los santeros… Éstas son voces tentadoras, que desvían a la gente, y no
hay que hacerles caso.
«Cuentan que Ulises, cuando regresaba a su
patria Ítaca, preparó a su tripulación para evitar la música de las sirenas
tapándoles los oídos con cera; deseoso de escucharlas él mismo, se hizo atar a
un mástil para no poder arrojarse a las aguas al oír su música. (OdiseaXII, 39)»
¿Cuál es la verdadera voz?
La de Jesús, que nos ama y nos llama. Él es la
Palabra. Este Hijo de Dios se hizo hombre para dar a conocer a Dios-Padre y
darnos vida en plenitud, la vida eterna. Él se preocupa de los más débiles, de
los enfermos, de la oveja perdida, de cuando tenemos problemas.
Nosotros obtenemos la vida eterna creyendo en
Jesús, y acogiéndolo en nuestra propia vida, teniendo una duradera y
fructífera relación personal con Él. De esta forma
nos capacita para convertirnos en hijos adoptivos de Dios. Él nos habla.
El comienzo de una amistad y de un amor está
siempre en la escucha de una palabra, de un saludo, de una invitación. La
escucha es el abono que hace fértil una relación humana y también una relación
divina
-Padre José Martínez de Toda, S.J, Fuente: PildorasdeFe.net
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