Este es el momento de decirle a Jesucristo: “Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores”.
¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido!”
(Papa Francisco, Evangelii Gaudium #3).
¿Qué puedo hacer después de confesarme? ¿Me perdona Dios de verdad?… La Confesión es un medio de crecimiento en nuestra fe y, como sabemos, es de vital importancia para recibir el cuerpo mismo de Cristo, quien perdonó nuestros pecados en la cruz, tan perfecto es su amor que nos regalo este medio en el cual Dios mismo, por medio de un sacerdote, perdona todos nuestros pecados. Existe el temor a la hora de confesarnos al decir que ¨no somos dignos¨ de regresar a la casa del Padre por el pecado cometido o, simplemente, porque existe una lejanía con Dios.
Es importante recalcar que, a lo largo de toda la historia de la salvación, incluso desde el Génesis, Dios se revela como un Padre Misericordioso; veamos el Génesis 18, 24-32.
Alli podemos ver como Dios, nos demuestra cuán grande es su amor, avanzando en su plan de salvación, tan grande que su hijo Jesús murió transformando nuestro dolor en esperanza, nuestra tristeza en alegría y nuestro odio en amor. Con ello existe razón suficiente como para incluso perdonarnos a nosotros mismos; Jesús mismo murió con los brazos abiertos, como esperando el momento para que regresemos a Él y abracemos el amor puro y perfecto de Dios, que existe en el mismo, Pan que purifica y llena totalmente a un corazón vacío.
Debemos de buscar tener un “corazón limpio y puro”, como dice el Salmo 50, porque en ese estado, nuestro corazón es perfecto para hablar, descubrir, y enamorarse del amor que Dios tiene por cada uno de nosotros. Una vez más, esto demuestra la misericordia que Dios tiene por nosotros, misericordia suficiente para crear un corazón nuevo.
Pues bien, al confesar nuestros pecados, debemos ser mansos y humildes de corazón, dispuestos a cambiar y a perdonarnos por lo cometido, ya que, si existe un arrepentimiento sincero, Dios siempre perdona. Debemos saber que cuando caminamos con el pecado en nuestras vidas, esto es como si anduviésemos ciegos en un camino oscuro y lleno de obstáculos, mismos que no hacen nada más que hacernos caer y herirnos, camino que tantas veces, como seres imperfectos, tomamos…
Pero Dios ofrece un camino en el que Él mismo es alfarero y guía, tomados de Su mano, esa misma que nos ha formado y que es capaz de rehacernos, andaremos por el buen camino; no olvidemos también que en ese caminar, debemos aferrarnos fuertemente y que el camino que Dios nos propone recorrer es camino de valientes y de luchadores, ya que pocos deciden entregar el corazón a este Dios Amor, tomando la propia cruz para seguirle, así como Él la tomó por nosotros; y siguiéndolo así, de esa forma, dejando todo dolor y todo apego, simplemente seguirlo a Él, teniendo la confianza y seguridad que CON ÉL TODO SIEMPRE TERMINARÁ BIEN.
Estar en la gracia de Dios también es una batalla, ya que el pecado siempre se presenta a la vuelta de la esquina, y si no estamos preparados, caeremos fácilmente. El final no es después de confesarse, en realidad es la primera parte de esa pelea continua, incluso con nosotros mismos; esto es, asemejando nuestra alma a cuando un levantador de pesas se ejercita, el cuerpo cada vez se hace más fuerte, pues bien, espiritualmente hablando, nos volvemos capaces de sobrellevar una carga más y más grande cada vez.
Por tanto, para ganar esta batalla, Dios nos ofrece nuestro escudo (el Evangelio, y el predicarlo) y la espada (que es el servicio); te hablo un poco de cada uno de ellos:
- ESCUDO (Evangelio): La Palabra de Dios, especialmente presente en el Evangelio, siempre es actual. Cada frase y verso es tocante; si somos capaces de sentir cada letra de Su Palabra, sentiremos como si el mismo Dios nos hablara directamente. Y, recordemos, no solo predicar Su Palabra es nuestro deber, sino también el testimonio de vida, de tal manera que te pregunten a ti acerca de Dios.
- ESPADA (Servicio): El servicio, uno de los medios que más nos acercan a Dios y nos alejan más del pecado. Este lo encontramos dentro de la Iglesia sí, pero también fuera de ella, esto debido a que Dios está en todas partes; por eso, en cada rincón del mundo, nuestro servicio debe ser la Sal (como la que preserva el alimento, pero también como esa sal presente en el mar, que está en todos lados), y también Luz (la que ilumina caminos sin esperanza y la que guía el camino correcto, el sendero a seguir). Usar esta espada es utilizar nuestro don, aquello que nos caracteriza, esa herramienta que puede construir el Reino de Dios desde la Tierra y entregarlo a Dios en la eternidad, y que permita transformar vidas y agradarle al Señor.
“Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar “setenta veces siete” nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría…” (Papa Francisco, Evangelii Gaudium #3).
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