viernes, 10 de marzo de 2017

DICHOSOS LOS QUE VIVEN EN TU CASA (Salmo 83)


¡Qué amable es tu Morada, 
Señor del Universo! 
Mi alma se consume de deseos 
por los atrios del Señor; 
mi corazón y mi carne claman ansiosos 
por el Dios viviente. 
Hasta el gorrión encontró una casa, 
y la golondrina tiene un nido 
donde poner sus pichones, 
junto a tus altares, Señor del universo, 
mi Rey y mi Dios. 
¡Felices los que habitan en tu Casa 
y te alaban sin cesar!
¡Felices los que encuentran su fuerza en ti, 
al emprender la peregrinación! 
Al pasar por el valle árido, 
lo convierten en un oasis; 
caen las primeras lluvias, 
y lo cubren de bendiciones; 
ellos avanzan con vigor siempre creciente 
hasta contemplar a Dios en Sión. 
Señor del universo, oye mi plegaria, 
escucha, Dios de Jacob;
protege, Dios, a nuestro Escudo 
y mira el rostro de tu Ungido. 
Vale más un día en tus atrios 
que mil en otra parte; 
yo prefiero el umbral de la Casa de mi Dios 
antes que vivir entre malvados. 
Porque el Señor es sol y escudo; 
el Señor da la gracia y la gloria, 
y no niega sus bienes 
a los que proceden con rectitud. 
¡Señor del universo, 
feliz el hombre que confía en ti!


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