martes, 6 de diciembre de 2016

TÚ, SEÑOR, ME AYUDAS Y CONSUELAS (Salmo 86)

Inclina tu oído, Señor, respóndeme,
porque soy pobre y miserable;
protégeme, porque soy uno de tus fieles,
salva a tu servidor que en ti confía.
Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor,
porque te invoco todo el día;
reconforta el ánimo de tu servidor,
porque a ti, Señor, elevo mi alma.
Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
rico en misericordia con aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaria,
escucha la voz de mi súplica!
Yo te invoco en el momento de la angustia,
porque tú me respondes.
No hay otro dios igual a ti, Señor,
ni hay obras como las tuyas.
Todas las naciones que has creado
vendrán a postrarse delante de ti,
y glorificarán tu Nombre, Señor,
porque tú eres grande, Dios mío,
y eres el único que hace maravillas.
Indícame tu camino, Señor,
para que yo viva según tu verdad;
orienta totalmente mi corazón
al temor de tu Nombre.
Te daré gracias, Dios mío, de todo corazón,
y glorificaré tu Nombre eternamente;
porque es grande el amor que me tienes,
y tú me libraste del fondo del Abismo.
Dios mío, los orgullosos se levantaron contra mí,
y una banda de forajidos atenta contra mi vida
sin preocuparse para nada de ti.
Pero tú, Señor, Dios compasivo y bondadoso,
lento para enojarte, rico en amor y fidelidad,
vuelve hacia mí tu rostro y ten piedad de mí;
fortalece a tu servidor,
salva al hijo de tu servidora.
Dame una prueba de tu bondad,
para que mis adversarios queden confundidos,
al ver que tú, Señor, eres mi ayuda y mi consuelo.

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