Son tantas esas grietas... de egoísmo y pereza, de vanidad
y soberbia, de ira y rencores, y pierdo la paz.
Claro, no puede haber progreso en la vida del alma. Con
tantas grietas...
Sí, porque un corazón que escucha ruido y confusión, que
lee textos caóticos y a veces dañinos, que continuamente ve imágenes o se
zambulle en juegos electrónicos, no puede tener paz. Porque si me dejo enredar
por las modas y por los placeres del momento estoy condenado al vacío y al
sinsentido.
Son tantas esas grietas... Grietas de egoísmo y de pereza.
Grietas de vanidad y de soberbia. Grietas de sensualidad y de avaricia. Grietas
de ira y de rencores. Poco a poco, pierdo la paz, vivo según la carne, ahogo la
voz del Espíritu.
Necesito salir del agujero y recuperar la paz. Sólo con
ella mi corazón podrá abrirse a la reflexión seria, al mensaje maravilloso de
vida y verdad que nos ofrece Jesucristo.
Por eso, en el camino de la propia vida resulta urgente
descubrir y cerrar aquellas grietas que cada uno tiene en su propia alma.
Curar todas esas grietas, de golpe, sólo sería posible con
un milagro. Pero Dios existe... Basta con empezar a colaborar, seriamente, para
cortar, para limpiar, para acudir a la confesión, para rezar ante las
tentaciones, para prescindir de lecturas o de imágenes que me dañan. Así estaré
más libre para invertir mi tiempo y mi corazón en el Evangelio, en la oración,
y en el servicio a mis hermanos.
Hay muchas grietas en mi alma. Hoy empiezo un nuevo día.
Tengo tiempo, tengo voluntad, tengo amor. Dios me anima y, sobre todo, me da su
gracia. Hay que bajar a lo concreto, a esas fotos, a esos libros, a esos ruidos
que he de alejar de mi vida para que haya espacios abiertos y disponibles a una
maravillosa aventura de amor y de esperanza.
Por: P. Fernando Pascual LC |
Fuente: Catholic.net
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