miércoles, 30 de noviembre de 2016

HOY TE DIGO SEÑOR JESUS....


Tú que me quieres feliz, alegre y contento, me has dejado un programa de vida para encontrar el camino de la felicidad: Las Bienaventuranzas. Tú, que siendo el todopoderoso, te hiciste manso y humilde para dar consuelo a los afligidos, para derramar tu misericordia sobre todos, sobre todo con los más débiles y con eso trazarnos la ruta a seguir para encontrar la dicha.
Quiero abrir mi corazón de par en par y permitir que habites en él para que me guíes y me hagas entender que debo vivir un espíritu fraterno de caridad, entender la profundidad de tus palabras, que debo ir contra una sociedad que define la felicidad como una meta donde debo tener muchos logros, mucho dinero, bienes, ocupar grandes puestos, ser exitoso, de gran belleza exterior, sin pensar que esas cosas solo esclavizan al alma y me apartan de tu amor.
Dios de mi vida, todo aquel que quiera llamarse cristiano y que quiera ser uno de tus bienaventurados, debe experimentar el camino que Tú nos enseñaste, sentir tu mano que nos acompaña, tu amor que nos une, nos transforma y nos consuela.
Dame, oh Dios de amor, la dicha de tener una brújula en mi corazón que apunte siempre a la bondad y felicidad que proviene de ese programa de vida que me has dejado.
Amén

TODO DEPENDE DE TI, DIOS TE GUIA


Hay personas que transforman su debilidad en fortaleza. Los límites reales que tienen en la vida los impulsan de tal modo que se distinguen entre sus iguales. Saben transformar un obstáculo en un punto de apoyopara lanzarse adelante con más fuerza que el común de la gente. Ingéniate en cambiar un menos en más, un signo negativo en otro positivo.
 
Aunque no tengas gran cultura, puedes cultivar la sabiduría de la caridad.
 
Aunque tu trabajo sea humilde, puedes convertir tu día en oración.
 
Aunque tengas cuarenta, sesenta o setenta años, puedes ser joven de espíritu.
 
Aunque las arrugas ya marquen tu rostro, vale más tu belleza interior.
 
Aunque tus pies sangren en los tropiezos y piedras del camino, tu rostro puede sonreír.
 
Aunque tus manos muestren las cicatrices de la lucha por la vida, tus labios pueden agradecer.
 
Aunque lágrimas amargas recorran tu rostro, tienes un corazón para amar.
 
Aunque no seas un santo, ni un ángel, en el cielo tienes reservado un lugar.
 
Todo, todo... depende de ti.
 
Cuando tu vida se encrespa con alguna tormenta, no pierdas el ánimo, porque hay dentro de ti fuerzas insospechadas. Entre todas sobresale una que debes valorar, cuidar, entrenar y servirte de ella: la voluntad. El éxito comienza siempre con una voluntad decidida a permanecer firme en la lucha, ése es el gran regalo de Dios. Utilízalo con humildad.

“He aquí yo estoy contigo, y te guardare por donde quiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejare hasta que haya hecho lo que te he dicho. Génesis 28:15.
 

martes, 29 de noviembre de 2016

HOY TE DIGO SEÑOR

Tú eres la fuente de la vida y de la alegría.
De ti brota toda la actividad del universo, porque eres vitalidad y dinamismo puro. Cuando logras entrar en un corazón, ese corazón se llena de vida y de gozo. Eres capaz de gritar y bailar de alegría (Sofonías 3,17).
Pero a veces pierdo la conciencia de las cosas importantes. Y así como pierdo conciencia del aire que respiro, o de la luz que ilumina todas las cosas, o del espacio infinito que me rodea, así también pierdo conciencia de tu presencia y de tu amor.
Dame tu luz, Espíritu Santo, para que vuelva a descubrirte. Que tu gracia despierte una vez más la dulce alegría de tu amistad. Quiero caminar sumergido en tu amor, sostenido en tu gracia.
Mi corazón es pobre y se cierra. Pero yo sé que tu amor poderoso puede derribar los muros de mi indiferencia, y poco a poco lo lograrás. Aquí estoy, como pequeña criatura, débil y limitado. Pero sé que con tu amor soy fuerte, y que tu vida puede penetrar mi pequeñez. Contigo se abren siempre nuevos caminos y la existencia se renueva.
Ven Espíritu Santo, y triunfa con tu amor en mi vida.
Amén."
 

PREPARA EL CORAZON PARA RECIBIR A CRISTO EN NAVIDAD



Invitación para preparar nuestro corazón a recibir al Mesías. Si de veras lo recibimos, el fruto será el perdón, la paz, y seguramente una mano misericordiosa tendida sobre las heridas que tanto nos aquejan.

Se acerca el tiempo de NAVIDAD, la Natividad del Señor, el Nacimiento, el cual, en y desde el Espíritu, es re-nacimiento de Cristo en nuestros corazones y en nuestras comunidades.
Tendremos el acontecimiento más importante el RENACIMIENTO que Jesús quiere obrar en nosotros: ¿Quién puede nacer de nuevo?, nos preguntaremos. Aquél que pone toda su esperanza en el Señor y le ofrece el «corazón» (toda la interioridad humana) en una sincera y franca conversión, obrada por gracia y recibida con la inteligencia y la voluntad. Para eso nos hemos preparado en este tiempo de Adviento. Tantas veces tenemos miedo de re-nacer.

Nos exige el convertirnos, y el convertirnos implica CAMBIAR DE VIDA, primero de lo cual tendríamos que «vernos» tales cuales somos vernos en un «espejo real», que nos muestre nuestro rostro real. Para «vernos» como somos, hay que MIRAR A DIOS, a lo cual nos invita el profeta Isaías: "Digan a los cobardes de corazón: ¡Sean fuertes, no teman! Miren a nuestro Dios que va a venir a salvarnos" (Is 35, 4).
Es INVITACIÓN, cada vez más apremiante a medida que se acerca la Navidad, para PREPARAR NUESTRO CORAZÓN a recibir al MESÍAS. Si de veras lo recibimos, el fruto será el PERDÓN, la PAZ, y seguramente una MANO MISERICORDIOSA tendida sobre las heridas que tanto nos aquejan.

En la Noche Santa «re-cordaremos» (es decir, traeremos de nuevo al «corazón») el Nacimiento de Jesucristo en Belén; contemplaremos, llenos de admiración, con María Santísima y el Glorioso Patriarca San José, la gloria del Verbo Eterno, que se hizo hombre, nuestro Salvador. ¿Hemos vivido con fe este tiempo de Adviento, y su liturgia, impregnada ella de constantes alusiones a la espera gozosa del Mesías?. Porque Él, de verdad, viene a nosotros, convirtiendo nuestra vida en un perpetuo "adviento", una espera «esperanzada y esperanzadora» de la venida definitiva de Cristo, cuando vendrá «para juzgar a los vivos y a los muertos» como rezamos en el Credo. Creemos en Dios todopoderoso, el que, siéndolo, quiso hacerse Niño, que nació en un pesebre, pero que, anonadándose, no perdió su poder sino que lo manifestó como «PODER DE AMOR», EL AMOR QUE TODO LO VENCE, también el sinsentido, el desgano, el odio, la envidia, las rivalidades, las peleas, las frustraciones, y todas las obras del «HOMBRE VIEJO». Jesús enterró al «hombre viejo» en el Pesebre y en la Cruz y nos dio la UNIDAD en la REDENCIÓN. Así Él lo quiso, como nos lo narra San Jerónimo:"Aquel que encierra en un puño el universo, se halla aquí encerrado en un estrecho pesebre"1.

Con estos sentimientos, preparémonos junto con toda la Iglesia a contemplar el maravilloso misterio de la Encarnación. Hagamos caso de Juan el Bautista "la voz del que grita en el desierto"(Mc 1, 4). Porque, como nos lo dice el Santo Padre Benedicto XVI,  mientras continúa el camino del Adviento, mientras nos preparamos para celebrar la Navidad de Cristo, resuena en nuestras comunidades este llamamiento de Juan Bautista a la conversión.
Es una apremiante invitación a abrir el corazón y a acoger al Hijo de Dios que viene entre nosotros para manifestar el juicio divino. María, la «MUJER DEL SÍ» nos prepare para darle un «SÍ» grande al Señor en esta Navidad.
Por: Catolic.net

viernes, 25 de noviembre de 2016

HOY TE DIGO SEÑOR JESUS

Ven a pasar por todo mi ser, ven.
Ven Espíritu Santo, ven a tocarlo todo
con ese roce divino que cura.
Ven Espíritu, para que toda mi vida
tome contacto con tu brillo,
con tu cálido rocío, con tu aire fresco.
Ven Espíritu Santo, entra, penetra.
Te doy permiso para invadirlo todo,
para escurrirte como agua feliz
por todos los resquicios de mi interior.
Ven, para que este día,
sea un pedazo de cielo
en la aridez de mi desierto.
Ven, no me abandones, ven.
Amén."


DIOS MIO CLAME A TI Y ME SANASTE (Salmo 30)



Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste
y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.
Señor, Dios mío, clamé a ti y tú me sanaste.
Tú, Señor, me levantaste del Abismo
y me hiciste revivir,
cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.
Canten al Señor, sus fieles;
den gracias a su santo Nombre,
porque su enojo dura un instante,
y su bondad, toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas,
por la mañana renace la alegría.
Yo pensaba muy confiado:
"Nada me hará vacilar".
Pero eras tú, Señor, con tu gracia,
el que me afirmaba sobre fuertes montañas,
y apenas ocultaste tu rostro,
quedé conturbado.
Entonces te invoqué, Señor,
e imploré tu bondad:
"¿Qué se ganará con mi muerte
o con que yo baje al sepulcro?
¿Acaso el polvo te alabará
o proclamará tu fidelidad?
Escucha, Señor, ten piedad de mí;
ven a ayudarme, Señor".
Tú convertiste mi lamento en júbilo,
me quitaste el luto y me vestiste de fiesta,
para que mi corazón te cante sin cesar.
¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente!


jueves, 24 de noviembre de 2016

HOY TE DIGO SEÑOR JESUS....


Te amo  porque eres mi Dios y mi Salvador.
Confío en Ti porque nunca me has fallado y no puedes mentirme ni engañarme.
Creo en Ti porque te has revelado a mí. Reconozco, Señor, mi miseria y mi pecado y por ello acudo a Ti.
Te entrego todo lo que soy y lo que tengo. Gracias por tu presencia en mi vida. Gracias por los dones que siempre, día tras día me das.
Te pido me concedas la gracia de conocerte y amarte un poco más, para así poderte imitar y transmitir a los demás ese gran Amor que solo tu nos das.

Amen.

EL BUEN PASTOR


“Al final de una cena, un conocido actor de teatro entretenía a los invitados declamando textos de Shakespeare. 

Después se ofreció a que le pidieran alguna pieza extra. Un tímido sacerdote preguntó al actor si conocía el salmo 22. 

El actor respondió: ‘Sí, lo conozco, pero estoy dispuesto a recitarlo con una condición; que después lo recite usted’. 

El sacerdote se sintió un poco incómodo, pero accedió. 

El actor hizo una bellísima interpretación, con una dicción perfecta: 

El Buen Pastor‘El Señor es mi Pastor, nada me falta: 
 en verdes praderas me hace recostar; 
 me conduce hacia fuentes tranquilas 
 y repara mis fuerzas; 
 me guía por el sendero justo, 
 por el honor de su nombre. 

 Aunque camine por cañadas oscuras, 
 nada temo, porque tú vas conmigo: 
 tu vara y tu cayado me sosiegan. 

 Preparas una mesa ante mí, 
 enfrente de mis enemigos; 
 me unges la cabeza con perfume, 
 y mi copa rebosa. 

 Tu bondad y tu misericordia me acompañan 
 todos los días de mi vida, 
 y habitaré en la casa del Señor 
 por años sin término.’

 Al final, los invitados aplaudieron vivamente. 

Llegó el turno del sacerdote, que se levantó y, tras un momento de silencio y cerrando los ojos, recitó lentamente las mismas palabras del Salmo. Esta vez, cuando terminó, no hubo aplausos, sólo un profundo silencio y el inicio de lágrimas en algún rostro. 

El actor se mantuvo en silencio unos instantes, después se levantó y dijo: ‘Señoras y señores, espero que se hayan dado cuenta de lo que ha sucedido esta noche: yo conocía el Salmo, pero este hombre conoce al Pastor”.