viernes, 25 de noviembre de 2016

DIOS MIO CLAME A TI Y ME SANASTE (Salmo 30)



Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste
y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.
Señor, Dios mío, clamé a ti y tú me sanaste.
Tú, Señor, me levantaste del Abismo
y me hiciste revivir,
cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.
Canten al Señor, sus fieles;
den gracias a su santo Nombre,
porque su enojo dura un instante,
y su bondad, toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas,
por la mañana renace la alegría.
Yo pensaba muy confiado:
"Nada me hará vacilar".
Pero eras tú, Señor, con tu gracia,
el que me afirmaba sobre fuertes montañas,
y apenas ocultaste tu rostro,
quedé conturbado.
Entonces te invoqué, Señor,
e imploré tu bondad:
"¿Qué se ganará con mi muerte
o con que yo baje al sepulcro?
¿Acaso el polvo te alabará
o proclamará tu fidelidad?
Escucha, Señor, ten piedad de mí;
ven a ayudarme, Señor".
Tú convertiste mi lamento en júbilo,
me quitaste el luto y me vestiste de fiesta,
para que mi corazón te cante sin cesar.
¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente!


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