Tú que me quieres feliz, alegre y contento, me has dejado un programa de vida para encontrar el camino de la felicidad: Las Bienaventuranzas. Tú, que siendo el todopoderoso, te hiciste manso y humilde para dar consuelo a los afligidos, para derramar tu misericordia sobre todos, sobre todo con los más débiles y con eso trazarnos la ruta a seguir para encontrar la dicha.
Quiero abrir mi corazón de par en par y permitir que habites en él para que me guíes y me hagas entender que debo vivir un espíritu fraterno de caridad, entender la profundidad de tus palabras, que debo ir contra una sociedad que define la felicidad como una meta donde debo tener muchos logros, mucho dinero, bienes, ocupar grandes puestos, ser exitoso, de gran belleza exterior, sin pensar que esas cosas solo esclavizan al alma y me apartan de tu amor.
Dios de mi vida, todo aquel que quiera llamarse cristiano y que quiera ser uno de tus bienaventurados, debe experimentar el camino que Tú nos enseñaste, sentir tu mano que nos acompaña, tu amor que nos une, nos transforma y nos consuela.
Dame, oh Dios de amor, la dicha
de tener una brújula en mi corazón que apunte siempre a la bondad y felicidad
que proviene de ese programa de vida que me has dejado.
Amén
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