Son demasiados los cristianos que se
contentan todavía con orar únicamente al Espíritu Santo cuando tienen que tomar
una decisión importante… ¡O cuando tienen que pasar un examen difícil! Si la
vida cristiana merece ser llamada vida “espiritual” es por ser una vida
suscitada y mantenida por el Espíritu.
En esta sencilla explicación conocerás
como el Espíritu santo quiere hacerse más presente en tu vida y ayudarte a
descubrir cómo actúa en tu corazón cada dia.
* El Espíritu Santo, habita en ti: Eres tan hijo de Dios que el Padre te concede exactamente
el mismo don que hizo a su Hijo amado. No cesa de enviarlo a ti, que es el beso
perpetuo del Padre a sus hijos. Eres su templo vivo. Por eso, debes cuidarte
mucho, en todos los sentidos. Y, también, a los demás.
Eres Divino para El Espíritu Santo: Su presencia en ti es dinámica, transformadora. Por él, el
Padre te hace partícipe de “la naturaleza divina” (2P 1, 4), te comunica su
propia vida (Cf. Jn 3, 3-5). Esta transformación del fondo de tu ser te vuelve
“gracioso” a los ojos del Padre y capaz de complacerle de verdad.
* El Espíritu Santo, te purifica: ¿A que es verdad que necesitas renovarte, convertirte,
purificarte? Porque no vives siempre como debiera un hijo de Dios. Te purifica
ayudándote a reconocer tu verdadera culpabilidad ante Dios (Cf. Jn 16, 8-10).
Suaviza tu corazón para que no persistas en tu orgullo. Cura tus heridas y
renueva el fondo de tu corazón. Los sacramentos son auténticos baños de
juventud que te invitan a dejarte rejuvenecer. ¿Recuerdas esta oración, tomada
de la liturgia de la Iglesia, con la que le pides: “Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero”.
* El Espíritu Santo, te anima: Esta al principio de tu fe. Decía Pablo a los corintios:
“Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, si no es en el Espíritu” (1 Cor 12, 3).
También decía Jesús a sus apóstoles que nadie puede ir a Él sin que le traiga
el Padre. Es decir, sin el Espíritu que el Padre te envía para que te proyecte
hacia su Hijo Jesús. Esta al principio de tu esperanza. Decía Pablo a los
romanos: “Que sobreabunde la esperanza en vosotros por la virtud del Espíritu
Santo” (Rm 15, 13).
Gracias a èl puedes vivir intensamente
el momento presente y afrontar y vencer las tentaciones cotidianas y frecuentes
de la vanidad, el desánimo, la inquietud o la angustia.
También está al principio de tu
caridad. Gracias a èl puedes amar al Padre con todo tu corazón y ofrecerte a
El. También puedes amar a Jesucristo y amar a tus hermanos, con el mismo
corazón de Dios, con ese “corazón nuevo” que pides que Dios te dé. Por último,
esta al principio de tu conducta moral. Gracias a èl puedes vivir las
Bienaventuranzas evangélicas. Puedes vivir algunos de estos frutos (del
Espíritu Santo), de los que habla Pablo: “amor, alegría, paz, tolerancia,
amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio de sí” (Gál 5, 22-23).
* El Espíritu Santo te ayuda a orar: Es de manera especialísima, el animador de tu vida de
oración, porque “nosotros no sabemos pedir como conviene, màs el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8, 26). Te ayuda, cuando
oras, a acoger como el don que el Padre te da por su Hijo Jesús. Entonces tu oración
se vuelve apertura al amor del Padre. Y te dejas invadir por el río de agua
viva que viene del Padre y pasa por su Hijo Jesús. Te ayuda, cuando oras, a
dejarte llevar por el impulso del Hijo hacia el Padre, que te hace repetir con
amor y confianza: “¡Abba! ¡Padre!”. En lo más hondo de ti se une a tu corazón
para que puedas exclamar: “¡Abba! ¡Padre!”. Te invita, al orar, que lo acojas
como el que viene a colmar tu corazón y a regenerarlo. Y, también como el que
te lleva al Padre.
* El Espíritu Santo, te impulsa con sus
dones: ¿Percibes, en el fondo de tu corazón,
su impulso? ¿Te sientes movido por èl? Decía Pablo a los romanos: “Los verdaderos hijos de Dios
son aquellos que están movidos por el Espíritu de Dios” (Rm 8,14). Si lo
percibes y lo sientes, te darás cuenta de que ya no hace ninguna falta que
remes con la fuerza de tus puños para avanzar hacia Dios: el Viento sopla las
velas de tu vida. La tradición cristiana llama dones (del Espíritu Santo) a
estas velas que, bien desplegadas, te permiten aprovechar plenamente sus
invitaciones y sugerencias. Estos dones son, también, radares, unas antenas muy
finas que te permiten captar nuevos mensajes. Antenas que funcionan tanto mejor
cuando lo hacen a menudo. Eso supone que has de estar a la escucha de sus
enseñanzas interiores que sólo se revelan a los corazones que son muy sencillos
y que están persuadidos de no merecer nada. El silencio de la oración te
ayudará a todo esto.
¿Has tenido la experiencia, alguna
vez, de que te “golpeara” algún pasaje del Evangelio con una enorme fuerza?
¿Qué pasó en ese momento? Fui el
Espiritu Santo que hizo resonar en tu corazón esas palabras de Jesús, que tu
memoria había grabado sin concederle mucha importancia. Fui èl que provocó ese
cambio profundo en tu existencia.
Si quieres crecer en la vida cristiana
debes dejarte invadir y transformar cada vez más por èl. Sintiéndote lleno de su
presencia puedes lanzarte hacia Dios y
hacia tus hermanos con un gran corazón dilatado.
Recuerda lo que decía el
profeta Isaías: “Brotará un retoño de la cepa de Jesé (padre del rey David).
Sobre él reposará el Espíritu del Señor, Espíritu de sabiduría y de
inteligencia, Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de conocimiento y de
temor de Dios” (Is 11, 1-2).
Un blog muy completo e interesante. Enhorabuena y adelante
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