Debemos
reconocer los enememigos que afectan nuestra vida espiritual y atacan
nuestra alma, estos son:
¡ EL DEMONIO, EL MUNDO Y LA CARNE!
PELEAR DURO EN LA BATALLA
Ser
un cristiano es ser un soldado, y estar listo para la batalla. ¡De hecho, el
cristiano está en un constante estado de guerra! El sacramento de la
confirmación nos comisiona a pelear la buena batalla, a correr la buena
carrera, y a esparcir y defender la fe, algunas veces aún a costa de nuestra
propia vida, como es el caso de los mártires. Entonces, debemos de
confrontar a estos tres principales enemigos ¡y con la ayuda de Dios y
su gracia santificante alcanzaremos la victoria!
EL DEMONIO
Satanás,
Lucifer, el príncipe de este mundo, el mentiroso, el asesino desde el
principio, todos estos títulos han sido dados al demonio en la Biblia. San
Ignacio llama al demonio el enemigo de la naturaleza humana;
Santo Tomás de Aquino le llama el tentador; San Agustín lo define como a un
perro bravo encadenado y listo para atacar; San Patricio lo ve como un león
rugiente que busca a quién devorar. Todos estos nombres y títulos señalan la
maldad de la persona del demonio.
¡Su
estrategia! Para
vencer al demonio, debemos estar correctamente consciente de su estrategia
¡aquí algunos consejos!
1.-
Primero: el
demonio nunca descansa o se va de vacaciones. ¡Él trabaja 24/7! Su trabajo
termina una vez que somos derrotados por la muerte.
2.-
Segundo: cuando
nos encontramos en un estado de desolación (de acuerdo a San Ignacio de Loyola)
entonces es cuando el demonio lanza sus feroces flechas y dispara a matar. El
Estado desolación significa, cuando no sentimos con poca fe, con poca esperanza
o caridad, perezosos tímidos, deprimidos y desalentados, ¡listos para tirar la
toalla y simplemente darnos por vencido! ¡Ese es la hora prima del demonio!
3.-
Tercero: ¡Él
conoce tu kriptonita! Superman era intrépido, omnipotente y victorioso siempre,
excepto cuando era expuesto a la kriptonita, ¡ese era su fin y su derrota!
Todos tenemos nuestra propia debilidad. El demonio sabe cuál es
nuestra kriptonita, porque ha estudiado cada paso que damos y es
un excelente psicólogo. Y aparte, ¡él puede anticipar y predecir nuestras
futuras caídas y pone trampas en el tiempo! Ruega al Espíritu Santo que te
revele cuál es tu propia Kriptonita; pregúntale a tu confesor o a tu guía
espiritual.
LA CARNE
El
demonio nos ataca desde afuera; la carne se revela desde adentro. Como
resultado del pecado original todos tenemos una naturaleza humana, a la que
Santo Tomás Aquino llama concupiscencia. San Pablo a menudo nos recuerda de su
batalla interna que se libra dentro de nosotros entre la carne y el espíritu.
El gran apóstol mismo expresa la batalla que él libraba, diciendo que bien que
lo que él deseaba hacer terminaba siendo totalmente lo opuesto. En el jardín de
Getsemaní Jesús advirtió a los apóstoles:
“Estén
despiertos y oren para que no sean puestos a prueba; porque el espíritu se
afana pero la carne es débil”.
La
carne puede ser resumida a los siete pecados capitales, estas tendencias
desordenadas, proclives o inclinaciones que nos llevan al pecado. Ellas son: la
glotonería, la avaricia, la pereza, la lujuria, la ira, la envidia y el
orgullo. Si no logramos vencer estas tendencias a través de la
gracia de Dios seremos esclavos realmente, como Jesús lo dijo el
pecado es la esclavitud; aun así, si logramos vencerlas, experimentaremos la
paz y la libertad de los hijos de Dios.
EL MUNDO
De
los tres enemigos el mundo es el más insidioso, laborioso y extremamente
peligroso. El mundo en el que vivimos, en el cual nos encontramos
rodeados, se inclina a engañarnos, hacernos creer que la verdadera
y eterna felicidad puede ser encontrada y realizada aquí en la tierra.
¡En otras palabras la tierra es nuestra utopía!
¡Jesús
nos promete lo opuesto! En esta vida ustedes tendrán luchas y batallas, y Jesús
aún nos dijo que seremos odiados y perseguidos y probablemente muramos incluso
en manos de nuestras propias familias. ¡Incluso Jesús fue tentado por el
demonio que le ofreció a Él el mundo! (Mateo 4).
Nuestra
Señora de Lourdes le dijo a su vidente Santa Bernardette que la
verdadera felicidad no podía ser encontrada en este mundo. El cielo es
nuestra verdadera y permanente casa; mientras tanto somos peregrinos que de
ambulan por el mundo enrumbándonos hacia nuestro destino final.
El
mundo todo lo que nos ofrece es extremadamente engañoso y
mentiroso, se aferra a nosotros, casi puede penetrarnos como por
ósmosis. Como cuando caminamos por un camino polvoso, el polvo desciende sobre
nosotros sin darnos cuenta. Ese es el mundo. Estas son algunas de
las cosas que el mundo nos dice típicamente y que están
diametralmente opuestas es a los valores del Evangelio:
·
“Sólo
se vive una vez”
·
”Comete
al mundo”
·
“¿A
quién le importa lo que yo haga?”
·
“Vive
y deja vivir”
·
“Dale
un poco de su propia medicina”
·
“Solo
hazlo”
·
“Porque
yo lo valgo”
·
“Como
y bebe sin limites”.
EXAMEN DIARIO DE SAN IGNACIO DE LOYOLA
Es
por esa razón que el examen diario de conciencia de San Ignacio de
Loyola es monumental si en realidad queremos desenmascarar la
mundanidad de nuestros días y optar por escoger perseguir los valores del
Evangelio ¡y caminar en las huellas de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo!
A
través del examen de nuestras acciones, motivaciones e intenciones a la luz del
Evangelio podemos mantenernos en el camino recto y estrecho
¡Sean
Valientes! Mis
amigos en Cristo. Si Dios está con nosotros, ¿quién podrá estar contra
nosotros? El señor es mi pastor; nada me faltará. Jesús nos da estas palabras
en las que nos promete la victoria: “tengan valor Yo he vencido al mundo; yo
estaré siempre con ustedes hasta el final de los tiempos”.
Debemos
de luchar mano a mano con Jesús, María y San José en la victoria sobre el
demonio, la carne y el mundo, ¡que será nuestra!
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