lunes, 20 de febrero de 2017

LOS 3 ENEMIGOS DE NUESTRA ALMA Y CÓMO VENCERLOS EN LA BATALLA ESPIRITUAL


Debemos reconocer los enememigos que afectan nuestra vida espiritual y atacan nuestra alma, estos son:

¡ EL DEMONIO, EL MUNDO Y LA CARNE!

PELEAR DURO EN LA BATALLA
Ser un cristiano es ser un soldado, y estar listo para la batalla. ¡De hecho, el cristiano está en un constante estado de guerra! El sacramento de la confirmación nos comisiona a pelear la buena batalla, a correr la buena carrera, y a esparcir y defender la fe, algunas veces aún a costa de nuestra propia vida, como es el caso de los mártires. Entonces, debemos de confrontar a estos tres principales enemigos ¡y con la ayuda de Dios y su gracia santificante alcanzaremos la victoria!

EL DEMONIO

Satanás, Lucifer, el príncipe de este mundo, el mentiroso, el asesino desde el principio, todos estos títulos han sido dados al demonio en la Biblia. San Ignacio llama al demonio el enemigo de la naturaleza humana; Santo Tomás de Aquino le llama el tentador; San Agustín lo define como a un perro bravo encadenado y listo para atacar; San Patricio lo ve como un león rugiente que busca a quién devorar. Todos estos nombres y títulos señalan la maldad de la persona del demonio.
¡Su estrategia! Para vencer al demonio, debemos estar correctamente consciente de su estrategia ¡aquí algunos consejos!
1.- Primero: el demonio nunca descansa o se va de vacaciones. ¡Él trabaja 24/7! Su trabajo termina una vez que somos derrotados por la muerte.
2.- Segundo: cuando nos encontramos en un estado de desolación (de acuerdo a San Ignacio de Loyola) entonces es cuando el demonio lanza sus feroces flechas y dispara a matar. El Estado desolación significa, cuando no sentimos con poca fe, con poca esperanza o caridad, perezosos tímidos, deprimidos y desalentados, ¡listos para tirar la toalla y simplemente darnos por vencido! ¡Ese es la hora prima del demonio!
3.- Tercero: ¡Él conoce tu kriptonita! Superman era intrépido, omnipotente y victorioso siempre, excepto cuando era expuesto a la kriptonita, ¡ese era su fin y su derrota! Todos tenemos nuestra propia debilidad. El demonio sabe cuál es nuestra kriptonita, porque ha estudiado cada paso que damos y es un excelente psicólogo. Y aparte, ¡él puede anticipar y predecir nuestras futuras caídas y pone trampas en el tiempo! Ruega al Espíritu Santo que te revele cuál es tu propia Kriptonita; pregúntale a tu confesor o a tu guía espiritual.

LA CARNE

El demonio nos ataca desde afuera; la carne se revela desde adentro. Como resultado del pecado original todos tenemos una naturaleza humana, a la que Santo Tomás Aquino llama concupiscencia. San Pablo a menudo nos recuerda de su batalla interna que se libra dentro de nosotros entre la carne y el espíritu. El gran apóstol mismo expresa la batalla que él libraba, diciendo que bien que lo que él deseaba hacer terminaba siendo totalmente lo opuesto. En el jardín de Getsemaní Jesús advirtió a los apóstoles:
“Estén despiertos y oren para que no sean puestos a prueba; porque el espíritu se afana pero la carne es débil”.
La carne puede ser resumida a los siete pecados capitales, estas tendencias desordenadas, proclives o inclinaciones que nos llevan al pecado. Ellas son: la glotonería, la avaricia, la pereza, la lujuria, la ira, la envidia y el orgullo. Si no logramos vencer estas tendencias a través de la gracia de Dios seremos esclavos realmente, como Jesús lo dijo el pecado es la esclavitud; aun así, si logramos vencerlas, experimentaremos la paz y la libertad de los hijos de Dios.

EL MUNDO

De los tres enemigos el mundo es el más insidioso, laborioso y extremamente peligroso. El mundo en el que vivimos, en el cual nos encontramos rodeados, se inclina a engañarnos, hacernos creer que la verdadera y eterna felicidad puede ser encontrada y realizada aquí en la tierra. ¡En otras palabras la tierra es nuestra utopía!
¡Jesús nos promete lo opuesto! En esta vida ustedes tendrán luchas y batallas, y Jesús aún nos dijo que seremos odiados y perseguidos y probablemente muramos incluso en manos de nuestras propias familias. ¡Incluso Jesús fue tentado por el demonio que le ofreció a Él el mundo! (Mateo 4).
Nuestra Señora de Lourdes le dijo a su vidente Santa Bernardette que la verdadera felicidad no podía ser encontrada en este mundo. El cielo es nuestra verdadera y permanente casa; mientras tanto somos peregrinos que de ambulan por el mundo enrumbándonos hacia nuestro destino final.
El mundo todo lo que nos ofrece es extremadamente engañoso y mentiroso, se aferra a nosotros, casi puede penetrarnos como por ósmosis. Como cuando caminamos por un camino polvoso, el polvo desciende sobre nosotros sin darnos cuenta. Ese es el mundo. Estas son algunas de las cosas que el mundo nos dice típicamente y que están diametralmente opuestas es a los valores del Evangelio:
·                                 “Sólo se vive una vez”
·                                 ”Comete al mundo”
·                                 “¿A quién le importa lo que yo haga?”
·                                 “Vive y deja vivir”
·                                 “Dale un poco de su propia medicina”
·                                 “Solo hazlo”
·                                 “Porque yo lo valgo”
·                                 “Como y bebe sin limites”.

EXAMEN DIARIO DE SAN IGNACIO DE LOYOLA

Es por esa razón que el examen diario de conciencia de San Ignacio de Loyola es monumental si en realidad queremos desenmascarar la mundanidad de nuestros días y optar por escoger perseguir los valores del Evangelio ¡y caminar en las huellas de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo!
A través del examen de nuestras acciones, motivaciones e intenciones a la luz del Evangelio podemos mantenernos en el camino recto y estrecho
¡Sean Valientes! Mis amigos en Cristo.  Si Dios está con nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros? El señor es mi pastor; nada me faltará. Jesús nos da estas palabras en las que nos promete la victoria: “tengan valor Yo he vencido al mundo; yo estaré siempre con ustedes hasta el final de los tiempos”.
Debemos de luchar mano a mano con Jesús, María y San José en la victoria sobre el demonio, la carne y el mundo, ¡que será nuestra!


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