viernes, 17 de febrero de 2017

SEÑOR, HE PUESTO EN TI MI CONFIANZA ( Salmo 54)


Dios mío, escucha mi oración, 
no seas insensible a mi súplica; 
atiéndeme y respóndeme. 
La congoja me llena de inquietud; 
estoy turbado por los gritos del enemigo, 
por la opresión de los malvados: 
porque acumulan infamias contra mí 
y me hostigan con furor. 
Mi corazón se estremece dentro de mi pecho, 
me asaltan los horrores de la muerte, 
me invaden el temor y el temblor, 
y el pánico se apodera de mí. 
¡Quién me diera alas de paloma 
para volar y descansar! 
Entonces huiría muy lejos, 
habitaría en el desierto. Pausa
Me apuraría a encontrar un refugio 
contra el viento arrasador y la borrasca. 

Si fuera mi enemigo el que me agravia, 
podría soportarlo; 
si mi adversario se alzara contra mí,
me ocultaría de él. 
¡Pero eres tú, un hombre de mi condición, 
mi amigo y confidente, 
con quien vivía en dulce intimidad: 
juntos íbamos entre la multitud 
a la Casa del Señor! 

Que la muerte los sorprenda, 
que bajen vivos al Abismo, 
porque dentro de sus moradas 
sólo existe la maldad. 
Yo, en cambio, invoco al Señor, 
y él me salvará. 
De tarde, de mañana, al mediodía, 
gimo y me lamento, pero él escuchará mi clamor. 
Él puso a salvo mi vida; 
se acercó cuando eran muy numerosos 
los que estaban contra mí. 
Dios, que reina desde siempre, 
los oyó y los humilló. Pausa
Porque ellos no se corrigen 
ni temen a Dios; 
alzan las manos contra sus aliados 
y violan los pactos. 
Su boca es más blanda que la manteca, 
pero su corazón desea la guerra; 
sus palabras son más suaves que el aceite, 
pero hieren como espadas. 
Confía tu suerte al Señor, 
y él te sostendrá: 
nunca permitirá que el justo perezca. 
Y tú, Dios mío, los precipitarás 
en la fosa más profunda. 
Los hombres sanguinarios y traidores 
no llegarán ni a la mitad de sus días. 
Yo, en cambio, confío en ti, Señor.


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