Es
importante tener en cuenta lo que dice el Señor: “«Quien quiera ser el primero,
importante, que sea el último de todos y el servidor de todos». Quien quiera
ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás”.
“esta es la gran paradoja de Jesús. Los
discípulos discutían quién ocuparía el lugar más importante, quién sería
seleccionado como el privilegiado. Eran los discípulos, los más cercanos a
Jesús y discutían sobre eso. Quién estaría exceptuado de la ley común, de la
norma general, para destacarse en un afán de superioridad sobre los demás.
Quién escalaría más pronto para ocupar los cargos que darían ciertas ventajas.
Jesús les trastoca su lógica diciéndoles sencillamente que la vida auténtica se vive en el
compromiso concreto con el prójimo. Es decir, sirviendo”.
El
Papa Francisco dice que servir significa “cuidar a los frágiles de nuestras
familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. Son los rostros sufrientes,
desprotegidos y angustiados a los que Jesús propone mirar e invita
concretamente a amar. Amor que se plasma en acciones y decisiones. Amor que se
manifiesta en las distintas tareas que como ciudadanos estamos invitados a
desarrollar”.
“Son
personas de carne y hueso, con su vida, su historia y especialmente con su
fragilidad, son las que estamos invitados por Jesús a defender, a cuidar y a
servir. Porque ser cristiano entraña servir, luchar y vivir, por la dignidad de sus hermanos.
Por
eso, el cristiano es invitado siempre a dejar de lado sus búsquedas, afanes,
deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de los más frágiles”.
No servirse
“de los demás”
Existe
un tipo de servicio que no es el de Jesús: “hay un «servicio» que sirve; pero
debemos cuidarnos del otro servicio, de la tentación del «servicio» que «se»
sirve de los otros. Hay una forma de ejercer el servicio que tiene como interés
el beneficiar a los «míos», en nombre de lo «nuestro». Ese servicio siempre
deja a los «tuyos» por fuera, generando una dinámica de exclusión”.
Debemos
“cuidarnos de la mirada enjuiciadora y animarnos a creer en la mirada
transformadora a la que nos invita Jesús. Este hacernos cargo por amor no
apunta a una actitud de servilismo, por el contrario, pone en el centro la
cuestión al hermano: el servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su
carne, siente a su prójimo y hasta en algunos casos la «padece» y busca su
promoción como ser humano. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no
se sirve a ideas, sino que se sirve a las personas”.
Debemos
tener muy presente y no olvidar “la Buena Nueva de hoy: la importancia de un
pueblo, de una nación; la importancia de una persona siempre se basa en cómo
sirve la fragilidad de sus hermanos. En eso encontramos uno de los frutos de
una verdadera humanidad. Porque queridos hermanos y hermanos: «Quien no vive
para servir, no sirve para vivir»”.
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