Tu atención debe estar
centrada en Dios. Por
medio de su Palabra, Dios habla al hombre. Por medio de palabras, mentales o
vocales, nuestra oración toma cuerpo. Pero lo más importante es la presencia
del corazón ante Aquel a quien hablamos en la oración: «Que nuestra oración se
oiga no depende de la cantidad de palabras, sino del fervor de nuestras almas».
Si tu corazón de
alguna manera está enfocado o se siente atraído hacia Dios, estás caminando en
la dirección correcta. Para ser más específico, en cuanto al Rosario te
recomiendo leer la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae del Papa Juan
Pablo II en la que entre otras cosas escribió:
«María
propone continuamente a los creyentes los "misterios" de su Hijo, con
el deseo que sean contemplados, para que puedan derramar todas su fuerza
salvadora. Cuando recita el Rosario, la comunidad cristiana está en sintonía
con el recuerdo y con la mirada de María».
Por eso, cuando
rezamos el Rosario, lo rezamos con María y a través de los ojos de María, centrando
nuestra atención, al igual que ella, en Jesús mismo
Nuestra primera tarea al rezar el Rosario es unirnos a María en cada escena (misterio) que se presenta. Al hacerlo, le pedimos su ayuda y sus oraciones mientras contemplamos a Cristo. Para traer esta realidad más cerca de nuestro corazón, podemos imaginarnos que estamos de pie al lado de María. Los dos miramos a Cristo en su agonía en el huerto. Le susurramos a nuestra Madre que ruegue por nosotros mientras consideramos lo que Cristo sufre. Le repetimos nuestra petición mientras los dos continuamos penetrando más profundamente el misterio.
Principios para mantener la paz
Sin importar dónde nos encontremos después de nuestro esfuerzo inicial por centrar nuestra oración en Cristo, hay varios principios que pueden ayudarnos a mantener la paz cuando nos distraemos:
Nuestra primera tarea al rezar el Rosario es unirnos a María en cada escena (misterio) que se presenta. Al hacerlo, le pedimos su ayuda y sus oraciones mientras contemplamos a Cristo. Para traer esta realidad más cerca de nuestro corazón, podemos imaginarnos que estamos de pie al lado de María. Los dos miramos a Cristo en su agonía en el huerto. Le susurramos a nuestra Madre que ruegue por nosotros mientras consideramos lo que Cristo sufre. Le repetimos nuestra petición mientras los dos continuamos penetrando más profundamente el misterio.
Principios para mantener la paz
Sin importar dónde nos encontremos después de nuestro esfuerzo inicial por centrar nuestra oración en Cristo, hay varios principios que pueden ayudarnos a mantener la paz cuando nos distraemos:
· Las distracciones son normales: Nuestro trabajo consiste en
rechazar la distracción de manera apacible, ejercitando nuestra voluntad, y
regresar nuestra atención a Dios. Si pasamos todo nuestro tiempo de oración
volviéndonos hacia Él, la hemos hecho bien.
· Cristo es la clave: Cada vez que nuestros corazones
se sientan atraídos hacia Cristo, debemos procurar dejarnos atraer. Algunas
veces, debemos seguir esta atracción hasta la contemplación silenciosa en la
que dejamos de lado la oración vocal o discursiva para simplemente contemplarlo
a Él. Si no estamos obligados por algún compromiso religioso a rezar oraciones
de alguna forma específica, tenemos la libertad de dejar estas oraciones
formales, una vez que ellas nos han llevado a la verdadera razón y al más alto
objetivo de nuestro esfuerzo en la oración: adorarlo a Él.
Al final, lo importante es que tu alma descanse en Él y en la obra que
Él realiza en ti. Sí, debes esforzarte en aumentar tu devoción y atención a Él
en la oración. Sin embargo, cuando nuestros corazones fervientes se topan con
la frustración, es buena señal que el enfoque en nuestra oración está mal
encaminado.
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