Eres llama de fuego que se eleva siempre más alto, que
asciende vigorosa hasta los cielos.
Ven, no me dejes postrado en la fría miseria, en la mediocre frialdad. Ven a
elevarme siempre más, para que me entregue en las pequeñeces de cada día con un
sentido cada vez más sublime.
Ven Espíritu Santo.
Eres rocío suave y constante, que va penetrando lentamente, pero que poco a
poco va llegando a lo más profundo, a lo más secreto, a lo más escondido, a
cada rincón de mi ser.
Ven, y transfórmalo todo, baña, limpia y fecunda con tu agua de vida toda mi
existencia, sin dejar nada fuera de tu acción santificadora.
Ven, Espíritu Santo.
Eres viento que impulsa, que arrastra con suavidad, pero con firmeza, que lanza
hacia el futuro desconocido.
Ven, y no permitas que me frustre, anclado en las cosas de siempre, incapaz de
avanzar, temeroso ante todo lo nuevo, encerrado en mi comodidad. Te doy
permiso, arráncame de mi mundo pequeño, y llévame donde quieras.
Ven Espíritu Santo, para que aprenda a vivir una vez más.
Amén."
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