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qué agradable y merecida es su alabanza!
El Señor reconstruye a Jerusalén
y congrega a los dispersos de Israel;
sana a los que están afligidos
y les venda las heridas.
Él cuenta el número de las estrellas
y llama a cada una por su nombre:
nuestro Señor es grande y poderoso,
su inteligencia no tiene medida.
El Señor eleva a los oprimidos
y humilla a los malvados hasta el polvo.
Respondan al Señor dándole gracias,
toquen la cítara para nuestro Dios.
El Señor cubre el cielo de nubes
y provee de lluvia a la tierra;
hace brotar la hierba en las montañas
y las plantas para provecho del hombre;
dispensa su alimento al ganado,
y a los pichones de cuervo que claman a él.
No le agrada el vigor de los caballos
ni valora los músculos del hombre:
el Señor ama a los que lo temen
y a los que esperan en su misericordia.
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