miércoles, 31 de agosto de 2016

ÉL TE PROTEGERÁ AHORA Y PARA SIEMPRE. (Salmo 121)


Levanto mis ojos a las montañas:
¿de dónde me vendrá la ayuda?
La ayuda me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Él no dejará que resbale tu pie:
¡tu guardián no duerme!
No, no duerme ni dormita
él guardián de Israel.
El Señor es tu guardián,
es la sombra protectora a tu derecha:
de día, no te dañará el sol,
ni la luna de noche.
El Señor te protegerá de todo mal
y cuidará tu vida.
Él te protegerá en la partida y el regreso,
ahora y para siempre.

martes, 30 de agosto de 2016

10 ACTITUDES PARA PRESENTAR LAS HERIDAS EN LA ORACIÓN A DIOS


La oracion es presentar mis heridas a Cristo, dejar que tome mi corazón, mi historia, y mis sentimientos: toda mi miseria para que Él los coloque en su corazón y allí yo vea cómo se transforman por su amor misericordioso: en vida, en esperanza , en plenitud.
Es un donar mis heridas a Cristo para que me done su misericordia. Miseria y misericordia se juntan para obrar el misterio del amor de Dios que solo se logra desde un corazón confiado.


  1. Apertura : entrar a la oración con un corazón abierto, con el alma desnuda, con mi espíritu ligero. Si abro mis heridas, Dios las sana, Él es médico. Podré volar, revestirme de su amor y compañía; mi corazón latirá al mismo ritmo que el suyo.  
  2. Acción de gracias : comenzar la oración, mi "examen médico" agradeciendo a Dios todo lo que me ha dado, enciendo mi alma de amor por lo que me quiere. También darle gracias por lo que me ha quitado, cómo me ha guiado. Él nada quita y todo lo da.
  3. Arrepentimiento : Que mi corazón se sienta realmente triste, por haber ofendido al amigo, no por verme imperfecto. Que este arrepentimiento surja por amor, desde el amor y en el amor.
  4. Alegría: Es la alegría de quien quiere sanar, confía en que puede sanar y quien sabe que acude a quien lo puede sanar. Es una alegría profunda, un gozo. Cristo es feliz de vernos y de curarnos. Que me alegre de recibir su amor.
  5. Amor : Que sea un acto de amor, no de temor. Señor te he ofendido, he amado poco. Enséñame a amar. Contemplar su vida terrena, dejar que su Palabra se hunda en mi vida y dejarse caminar el corazón por este amor que no tiene fin.
  6. Admiración: maravillarse de lo que sucede, quedo limpio, esto vivo, sus heridas me han curado.
  7. Amnesia : Dios sufre esta enfermedad, pérdida de memoria. No recuerda ya nuestros pecados. Ojalá nosotros tampoco recordemos nuestros pecados y su misericordia . Su perdón es profundo, total y si Él nos perdona. ¿Quién soy yo para no perdonarme o para preocuparme de algo que Él ya no recuerda?
  8. Alabanza: alabar a Dios por ser tan cercano y por respetar mi libertad. Él me espera, no empuja.
  9. Amistad : renovar mi amistad con Él, amistad que queda sellada en cada confesión con mi apertura y con su misericordia. Es un pacto de sangre, la mía y la tuya se juntan y quedo lavado por la tuya.
  10. Abrazo de un Padre: experimentar el abrazo del Padre de  las misericordias, que me estrecha con tanta fuerza que apenas me deja hablar. Es un amor incondicional, todo lo perdona. Que mi propósito sea amar más, amar mejor y no ofender a mi Padre.

Autor: P. Guillermo Serra







lunes, 29 de agosto de 2016

“…YO TE AMO SEÑOR MI FORTALEZA…” (Salmo 17)




Yo te Amo, Señor, mi fortaleza,
mi roca, mi baluarte, mi liberador.
Eres la peña en que me amparo,
mi escudo y mi fuerza, mi Salvador.

En el Templo, se escuchó mi voz,
clamé por Ti, en mi angustia.
Extendiste tu mano y no caí,
tu poder del enemigo, me libro.

Olas de la muerte me envolvían,
me aguardaba la ruina, pero el Señor venció.
Tú eres la Luz que me ilumina,
quien abre mis caminos, Tú eres mi Dios.

En el Templo, se escuchó mi voz,
clamé por Ti, en mi angustia.
Extendiste tu mano y no caí,
tu poder del enemigo, me libro.

Cuando yo invoque tu Nombre,
con mano poderosa, me salvo tu amor.
Son perfectos tus caminos,
tu mano me sostiene, tú eres mi Rey.
 
En el Templo, se escuchó mi voz,
clamé por Ti, en mi angustia.
Extendiste tu mano y no caí,
tu poder del enemigo, me libro.

En el Templo, se escuchó mi voz,
clamé por Ti, en mi angustia.
Extendiste tu mano y no caí,



viernes, 26 de agosto de 2016

3 PASOS PARA SUPERAR EL DESANIMO


1.- La oración

La oración es el respiro de la vida espiritual. Si no estamos orando, nos estamos sofocando espiritualmente poco a poco. Por supuesto, cuando enfrentamos dificultades o desánimos, a menudo la última cosa que queremos hacer es orar. ¿Y qué? Llénate de coraje y supera tus sentimientos de desagrado por la oración, y simplemente ¡hazlo!
En lugar de quejarte con tu familia y amigos, vuelca tu corazón a Dios. Te aseguro que puedes manejarlo. Él es un Padre amoroso, y desea ayudarte en tu aflicción. Haz una hora santa ante el Santísimo Sacramento, permítele a Jesús que te sane y te fortalezca. Lee los Salmos sobre lamentaciones, como los Salmos 12, 44, 60 o 72 (éstos números corresponden a la nueva numeración).
Ora junto con el rosario. Nuestra Señora es llamada Estrella del Mar, Consuelo de los Afligidos, Refugio de los Pecadores, Esperanza Nuestra. Ella te consolará mejor de lo que cualquier madre lo haría y te enviará las gracias que necesitas para perseverar.

2.- Medita en la Pasión del Señor

Puede que parezca paradójico, pero la cosa más saludable que puedes hacer cuando de sientas desanimado es meditar en la pasión y muerte de Jesús.:

Muy sencillo, mira fijamente un crucifijo y piensa en el amor de Jesús.
En el crucifijo, se nos recuerda que “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su propio Hijo”. Se nos recuerda que Jesús sufrió todo lo que nosotros jamás sufriremos o podríamos sufrir, pero infinitamente y más intensamente. Él sufrió la amargura emocional de la traición y el abandono de sus amigos más cercanos, la agonía física de la tortura brutal, la pena de ver a su queridísima madre sufriendo con Él. Y sufrió esas cosas por amor a ti, por tu redención y el precio fue Su Preciosísima Sangre. “Por sus heridas somos sanados”.
A medida de que la realidad de la pasión cala en las profundidades de nuestras almas, seremos llamados a ver nuestros problemas en su perspectiva propia y luego a unificarlos a los sufrimientos de Jesús.

3.- Da gracias siempre

El mejor antídoto para el pesimismo es la alabanza. La verdad es que nos sentimos abrumados con tantos buenos regalos de parte de Dios, nos estamos ahogando en un mar de beneficios que apenas reconocemos. Realmente sólo apreciamos las cosas hasta que ya no las tenemos; agradecemos por tener dos piernas hasta que nos hemos quebrado una.
Si sientes que todo está mal en tu vida, haz un inventario de las muchas cosas que están bien. Nombra al menos cinco cosas por las cuales estás agradecido. Si lo haces, te darás cuenta rápidamente de que podrías no detenerte nombrando bendiciones ya que simplemente son demasiadas. Las buenas cosas en la vida son sutiles, más sigilosas que las malas cosas, pero superan en número a las últimas infinitamente.

San Juan de la Cruz dijo

“Cuando cualquier cosa desagradable te suceda, recuerda a Cristo Crucificado y guarda silencio”.





jueves, 25 de agosto de 2016

¿A DÓNDE IRÉ PARA ESTAR LEJOS DE TI ? (Salmo 39)


Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto;
de lejos percibes lo que pienso,  te das cuenta si camino o si descanso,
y todos mis pasos te son familiares.

Antes que la palabra esté en mi lengua, tú, Señor, la conoces plenamente;
 me rodeas por detrás y por delante y tienes puesta tu mano sobre mí;
6 una ciencia tan admirable me sobrepasa: es tan alta que no puedo alcanzarla.

¿A dónde iré para estar lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiré de tu presencia?
Si subo al cielo, allí estás tú; si me tiendo en el Abismo, estás presente.
Si tomara las alas de la aurora y fuera a habitar en los confines del mar,
también allí me llevaría tu mano y me sostendría tu derecha.

Si dijera: "¡Que me cubran las tinieblas y la luz sea como la noche a mi alrededor!",
 las tinieblas no serían oscuras para ti y la noche sería clara como el día.
Tú creaste mis entrañas, me plasmaste en el seno de mi madre:
te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable.

¡Qué maravillosas son tus obras! Tú conocías hasta el fondo de mi alma
y nada de mi ser se te ocultaba, cuando yo era formado en lo secreto,
cuando era tejido en lo profundo de la tierra.

Tus ojos ya veían mis acciones, todas ellas estaban en tu Libro;
mis días estaban escritos y señalados, antes que uno solo de ellos existiera.
¡Qué difíciles son para mí tus designios!
¡Y qué inmenso, Dios mío, es el conjunto de ellos!
Si me pongo a contarlos, son más que la arena; y si terminara de hacerlo,
aún entonces seguiría a tu lado.


miércoles, 24 de agosto de 2016

SABER DECIR ... ¡ADIÓS!


 

Cuando hay un dolor profundo, el corazón pesa.
Se siente su abatimiento y es como si una enorme losa nos aplastara el pecho. Con esa sensación mortificante y amarga el dolor sube hasta nuestros labios y se convierte en oración:

"Tú lo sabes Señor, lo sabes mejor que nosotros porque Tú conoces a la perfección el corazón de los hombres. Y Tú sabes lo adolorido que está este pobre corazón porque tiene que decir adiós".

Decir adiós es una cosa y saber decir adiós es otra. Decir adiós es abandonarse a ese dolor que tiene sabor a muerte.

Decir adiós es sumergirse en esa profunda pena que nos brota del corazón y se asoma a nuestros ojos convertida en lágrimas.

Decir adiós es quedarse con un hueco en el pecho... es levantar la mano en señal de despedida y darnos cuenta que es el aire, lo único que acarició nuestra piel.

Es volver a casa y ver tantas y tantas cosas del ser amado y junto a esas cosas, un sitio vacío. Es llorar, desesperarse, vivir en la tristeza de un recuerdo.

¡Decir adiós es tan triste y hay muchos adioses en nuestras vidas! El adiós al ser querido que se nos adelantó, el adiós de las madres a sus hijos en países en guerra, el adiós a quién amamos y se aleja del hogar... el adiós que se le da a la tierra que nos vio nacer...

¿Cómo lograremos saber decir adiós, dónde encontraremos una forma diferente para que este adiós nos sea más soportable?

Para saber decir adiós nos ayudaremos con el recuerdo o más bien con la meditación de cómo debió de ser el adiós entre María y su hijo Jesús. A mí en lo personal me gusta pensar que fue después de una comida. Nada nos dicen los Evangelio de estas escenas, ya que fueron escritos después, bastante tiempo después. Jesús vivió tres años fuera de su hogar dedicado a su misión de predicar.

Solos estaban ya la Madre y el Hijo puesto que ya habían dado el adiós a José tiempo atrás. Comida de despedida, de miradas llenas de ternura, de silencios cargados de amor más que de frases. La madre solícita y tierna y al mismo tiempo firme y serena. El Hijo empezando a sentir el primer dolor con un adiós para ir al encuentro de la Redención de la Humanidad.

La tarde es calurosa y el camino polvoriento. Por él van un hombre y una mujer. Una madre y un hijo que se despiden, que tienen que decirse adiós...

Y yo creo que María acompañó a Jesús hasta el final del sendero donde el hijo tomaría el camino definitivo. Nada sabemos de lo que hablaron, nada sabemos de lo que se dijeron... pero tuvo que ser un adiós de inconmensurable grandeza y amor. También de dolor. Dolor que se hace incienso y sube hasta el Padre Eterno.

Otra vez en los labios de María el y en los de Jesús el primer sorbo del amargo cáliz que beberá hasta la última gota. Pero serenos y firmes, llenos de amor el uno por el otro, cumpliendo, aceptando en sus corazones la Voluntad del Altísimo: Saben como hay que decir adiós.

Así nosotros, con este ejemplo de despedida hemos de saber decir adiós. Renunciación, olvido de uno mismo y oración por el que se va. Un abrazo, corazón con corazón y si se puede... una sonrisa.


  Fuente: Catholic.net

martes, 23 de agosto de 2016

DIOS RESPONDE TUS PREGUNTAS....



¿TU ME PREGUNTAS “POR QUÉ”?

¿Por qué el dolor y el sufrimiento de tu corazón?
¿Por qué los sueños que no se cumplen y las esperas sin sentido?
¿Por qué los tiempos que parecen eternos y tus deseos no son los míos?
¿Por qué las heridas del corazón y las tormentas que no cesan?
¿Por qué hay sin respuestas y de tantos silencios que son mi mejor respuesta?
¿Por qué elijo el silencio y la distancia aparente?
¿Por qué las tantas noches oscuras y parece que estoy como ausente?
¿Por qué parezco no escucharte y solo el sin sentido te rodea?
¿Por qué tantos “Por qué” amada mía, si tú eres mi preferida?
Te miro con dulzura sin medida
Y mis oídos atentos escuchan tus lamentos
Más te abrazo con ternura,
tratando de llevarme tus quebrantos
y encender mi luz en tus noches oscuras.

HIJA MIA......

Hoy no entiendes mis silencios,
más mañana sabrás que siempre estuve, tomando tu corazón entre mis manos,
evitando nuevamente otra herida.
Me miras y te abrazo con locura, pues despiertas con tus plegarias
mis entrañas más profundas…
No te abandono pequeña mía, más te cuido de nuevas heridas.
Yo más que nadie deseo seas feliz y no verte llorar
por sinsabores en esta vida.
¿Por qué dudas de mis cuidados, si atento estoy a tus pedidos?
Leo con sutileza tus deseos y cumplo aquellos que te harán bien,

Tantos por qué me hacen amarte más y más cada día,
deseando desde mi Corazón ardiente que comprendas que nada te prohíbo…
más cuando tus sueños no se cumplen y tu corazón llora por deseos no cumplidos…
Tomo tu alma entre mis Manos y la preservo de todo dolor
que hiera más tu alma, que a veces está dormida.

Sigue soñando, pequeña mía, y no dudes de mi amor por ti, que es abrigo
Que cuando tus anhelos no se realizan, es porque guardo para ti…
Otros sueños, otros anhelos y deseo pintar contigo en tu Cielo de esperanzas,
nuevos anhelos y deseos que sean tus caminos y los míos.

Descansa así, pequeña mía entre mis brazos sueña…
que pronto haré que pase toda tormenta y vuelva a brillar el sol de la alegría.

Autor: Padre Guillermo Serra, L.C

lunes, 22 de agosto de 2016

MISERICORDIA DIOS MIO, MISERICORDIA (Salmo 50)

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,

tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

sábado, 20 de agosto de 2016

PURIFÍCAME SEÑOR ( Oracion)



Señor, Tú que sondeas los corazones
y conoces lo profundo de mis intenciones,
purifica mis sentidos con el fuego del amor
de tu Espíritu Santo.

Que mis ojos vean siempre lo mejor de las personas
y las ame incondicionalmente viendo en ellas a ti.

Purifica mis oídos para que esté atento a tu Palabra
y oiga la necesidad de mis hermanos.
Que tenga la escucha paciente del que sufre
y ame oír la dulce melodía de tu voz.

Purifica mis gustos para que los vicios no me envuelvan
el gusto por las cosas mundanas y pueda saborear
tus cosas buscando saciarme siempre en ti.

Purifica mis manos para que se extiendan con prontitud para ayudar, 

que estén dispuestas a amar, abrazar, levantar al caído
 y sean dóciles cuando tú las desees tomar.

Purifica mi sentido del tacto para que toda mi piel se suavice
y sea casta y llena de pureza para atraer hacia ti a más
hermanos que te buscan.

Purifica mi sentido del olfato para que me aleje del mal olor del pecado,
huya con rapidez cuando sienta su presencia
y no me deje seducir por el buen aroma de la mundanidad.

Purifica en fin, todo mi ser para que sea agradable a ti
hasta el último latido de mi corazón.

Amén

P. Guillermo Serra



viernes, 19 de agosto de 2016

SIETE SILENCIOS PARA CRECER EN INTIMIDAD CON JESÚS


               

La oración es música callada y soledad sonora. Es un grito amoroso dicho ensilencio y manifestado con constancia. Es esperar para encontrar, hablar para callar, decir para escuchar. 

 Pero,¿cómo vivir este silencio que es preparación indispensable para la oración? ¿cómo vivir este lenguaje durante mi diálogo con Dios? 

¿y cómo hacer para que sea realmente un ambiente espiritual constante para toda nuestra vida espiritual?


Siete silencios, siete lecciones para crecer en intimidad con Jesús

1. El silencio del protagonismo:
Al acudir a la oración nos preparamos para el encuentro con Dios sabiendo que lo importante no es tanto lo que queramos decirle sino lo que Él nos quiere decir.  Escucha al Maestro sabiendo que Él ya sabe lo que necesitamos. Dejar que Él nos hable para que nos sorprenda con su milagro de amor y nos dé el vino que nos alegra el corazón.

2. El silencio de las quejas
Aceptando la voluntad de Dios, el corazón entra a la oración con una historia, una experiencia y unas heridas. Ese corazón es como un mapa que Dios conoce y recorre. Deja que Él te descubra a dónde te quiere llevar, qué quiere de ti. Deja que Él te explique el para qué y te muestre su amor hecho sabiduría. Confía, escuchay camina.

3.El silencio de la razón
Cuando parece no haber sentido en mi vida, la pedagogía de Dios necesita siempre ser iluminada por la fe. La razón necesita de esta luz. Por eso he de entrar a la oración buscando esa luz. Me hará "salir del desierto del « yo » autorreferencial, cerrado en sí mismo, y entrar en diálogo con Dios, dejándose abrazar por su misericordia para ser portador de su misericordia. Así, la fe confiesa el amor de Dios, origen y fundamento de todo, se deja llevar por este amor para caminar hacia la plenitud de la comunión con Dios" (PapaFrancisco, Encíclica Lumen Fidei 46).

4.El silencio de la seguridad humana
En nuestra inseguridad nos abrimos a la amistad de Cristo, a su cercanía y a su misericordia. Escuchamos más cuando no tenemos preguntas e inseguridades. Fijamos más la atención en Él. Acudimos más a su corazón cuando nos sentimos indefensos. Mi inseguridad en tu corazón para que tu corazón sea mi seguridad, ésta tiene que ser nuestra oración en este silencio.

5. El silencio del dolor

Llegar a la cruz fijando la mirada en Él, aprender de su silencio redentor. Pocas palabras nos dijo Jesús en la cruz. Caminó sufriendo por amor; tuvo gestos salvíficos para los que le rodeaban. Su dolor era para los demás porque vivía su unión con el Padre de manera constante. El dolor es redentor cuando se silencia y se ofrece. Entra a la oración con un sentido de ofrecimiento para que también, en silencio, puedas hacer esa ofrenda uniéndola a la de Cristo.

6. El silencio de la humildad
De rodillas, más cerca de la tierra ("humus", tierra en latín, origen etimológico de la palabra humildad). Somos polvo y al polvo volveremos. Vivamos esta realidad con fe. Yo no soy nada Señor, pero contigo soy todo porque te tengo a ti y esto me basta. Este silencio me hará vivir en la verdad y caminar más cerca de Jesús. El que es humilde camina por el camino estrecho, desconfiando de sí, pero confiando en Aquel que me llevará a la puerta de la vida.

7. El silencio del abandono
La oración me tiene que llevar a un acto de abandono que sintetiza los seis silencios anteriores. Es la actitud de la infancia y sencillez espiritual. Lanzarse al vacío porque mi Padre siempre me acoge, me protege y me cuida. Este silencio me llevará a descubrir la ternura de Dios, quien con infinitos gestos me grita al oído: estoy locamente enamorado de ti.

Autor: P. Guillermo Serra

jueves, 18 de agosto de 2016

Salmo 15 Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti

                           Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti

                                               (Salmo 15)

 
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.


Multiplican las estatuas de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.



El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano:
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.


Señor, eres mi Protéctor, en tus brazos me refugio, a donde iré si tu eres mi Amor y Paz.