No existe únicamente la cruz de
Cristo, existe también nuestra cruz.
Y, entonces, ¿cuál es esta cruz?
Amigo, quiero decirte dos palabras, a este propósito, con mucha claridad, como
se hace entre verdaderos amigos.
Tenlo presente. La cruz que no te
va bien es precisamente la tuya.
La cruz no es un vestido, ni un
par de zapatos que te deben venir a la medida. La cruz jamás va a la medida de
tu gusto y de tus exigencias particulares. Desgarra, magulla, araña, arranca la
piel, aplasta, doblega...
Y, sin embargo, no hay duda. Para
que sea de verdad tuya, la cruz no debe irte bien. Por cualquier lado que la
mires, la cruz nunca va bien.
Tampoco a Cristo le iba bien su
cruz. No le fue bien la traición de Judas, el sueño de los apóstoles, la
conjura de sus enemigos, la fuga de sus amigos, las negociaciones de Pedro, las
burlas de los soldados, el grito feroz del pueblo.
La cruz, para que lo sea, no debe
irte bien.
Esa cruz que te viene encima en
el momento menos oportuno -una enfermedad que te pilla mientras tienes muchas
cosas que hacer y que te echa por tierra un montón de proyectos -es la
"tuya".
Esa cruz que nunca hubieras
esperado -aquel golpe cobarde que te ha venido de un amigo, aquella frase que
tenía el chasquido de un latigazo, aquella calumnia que te ha dejado sin
respiración- es "tu" cruz.
Esa cruz que tú no habrías
elegido nunca entre otras mil -"una cosa así no debía sucederme a
mí"- no hay duda: es "tu" cruz.
Esa cruz que te parece excesiva,
disparatada, desproporcionada a tus débiles fuerzas -"es demasiado, no
puedo más"- no pertenece a los otros: es la "tuya".
No te hagas ilusiones. No existe
una cruz a la medida.
Para ser cruz tiene que estar
fuera de medidas.
Intenta buscar. Registra por
todas partes. Examina todo bien.
Valóralo con atención. Y, si
encuentras al final la cruz que te va bien, tírala. Esa, ciertamente, no es la
tuya.
Las señales para reconocer si una
cruz es tuya son desconcertantes: imprevisión, repugnancia, malestar,
imposibilidad, inoportunidad, sentido de debilidad.
Si una cruz se te presenta como
antipática, desagradable, excesiva, demasiado ruda, insoportable, no dudes en
cargar con ella. Te pertenece.
Por otra parte, no importa que no
sea "tuya" en el momento de partir. Llegará a serlo durante el
camino, a través de una cierta familiaridad que se establecerá entre tú y
ella.
Al principio se te presentará
como si te fuera extraña.
Después descubrirás que es
verdaderamente tuya.
Sólo llevándola te darás cuenta
de que esa cruz es "tuya".
Esto no quiere decir, entiéndase
bien, que las relaciones entre tú y la cruz se hagan idílicas, que todo marche
bien. Con la cruz no hay nada que marche bien. La cruz marca surcos profundos
en las espaldas y en el corazón.
Pero, a pesar de todo, se
establecerá una familiaridad. Una familiaridad sufrida, pero justificada por el
sentido que se descubre poco a poco, caminando. Y aun cuando el significado no
aparezca claro, siempre está la fe que te invita a dejarte conducir de la mano
de alguien que sabe.
No eres tú quien tiene que
saber.
¿Qué es la fe?: Fe, quiere decir
simplemente, saber que él sabe, aun cuando tú estés a oscuras.
Adelante, pues, con esa cruz que
no te va bien. Con la cruz que no está hecha a medida.
Lo que cuenta no es que la cruz
esté hecha a tu medida.
Lo esencial es que tú seas a la
medida de Cristo.
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