Tras mis
huellas, a mi lado, Dios me sigue. Con respeto a mi libertad, con misericordia
y ayuda.
Estoy en
camino. Con mis decisiones escojo la meta y el modo de alcanzarla. El futuro
avanza entre seguridades y misterios. La vida continúa sin descanso.
Cada paso
marca el camino. Parece que mucho depende de mí, aunque también mucho está en
las manos de otros.
Tras mis
huellas, a mi lado, Dios me sigue. Con respeto a mi libertad. Con deseos de mi
cariño. Con ofrecimientos de misericordia y de ayuda.
¿Por qué
insiste en Su Amor? ¿Por qué no deja al hombre decidir su presente y su futuro?
Porque un Padre lo es siempre: no puede abandonar a cada uno de sus hijos.
Me
sorprende este Dios tan humilde y tan potente. Podría obligarme a amar, pero
prefiere mis opciones libres. Así arriesga mucho, pero consigue mucho más:
amor.
Porque
sólo una creatura llega a amar si vive libremente. Y Dios no quiere esclavos,
sino hijos que aman y se dejan abrazar por Su cariño.
Tengo
ante mí un nuevo día. Pienso en tantas cosas que debo hacer o que me gustaría
llevar a cabo. El tiempo no es elástico. Hay que ponerse a trabajar.
Entre mis
pensamientos, Dios se asoma con respeto. Llama a la puerta. Desea que le mire,
que descubra su pasión de enamorado.
Si le
abro, entrará, y habrá cena y fiesta (cf. Ap 3,20). Entonces mi jornada tendrá
una luz maravillosa, brillará ya ahora con una belleza y una frescura que salta
hasta la vida eterna (cf. Jn 4,14).
Por: P.
Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario