lunes, 28 de agosto de 2017

ERES EL ÚNICO QUE HACE MARAVILLAS (Salmo 86)

Inclina tu oído, Señor, respóndeme, 
porque soy pobre y miserable; 
protégeme, porque soy uno de tus fieles, 
salva a tu servidor que en ti confía. 
Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor, 
porque te invoco todo el día; 
reconforta el ánimo de tu servidor,
porque a ti, Señor, elevo mi alma. 
 Tú, Señor, eres bueno e indulgente, 
rico en misericordia con aquellos que te invocan: 
¡atiende, Señor, a mi plegaria, 
escucha la voz de mi súplica! 
Yo te invoco en el momento de la angustia, 
porque tú me respondes. 
No hay otro dios igual a ti, Señor, 
ni hay obras como las tuyas. 
Todas las naciones que has creado 
vendrán a postrarse delante de ti, 
y glorificarán tu Nombre, Señor,  

porque tú eres grande, Dios mío, 
y eres el único que hace maravillas. 
Indícame tu camino, Señor, 
para que yo viva según tu verdad; 
orienta totalmente mi corazón 
al temor de tu Nombre. 
Te daré gracias, Dios mío, de todo corazón, 
y glorificaré tu Nombre eternamente; 
porque es grande el amor que me tienes, 
y tú me libraste del fondo del Abismo. 
Dios mío, los orgullosos se levantaron contra mí, 
y una banda de forajidos atenta contra mi vida 
sin preocuparse para nada de ti. 
Pero tú, Señor, Dios compasivo y bondadoso, 
lento para enojarte, rico en amor y fidelidad, 
vuelve hacia mí tu rostro y ten piedad de mí; 
fortalece a tu servidor, 
salva al hijo de tu servidora. 
Dame una prueba de tu bondad, 
para que mis adversarios queden confundidos, 
al ver que tú, Señor, eres mi ayuda y mi consuelo.


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