“Cuando el amor de Dios obtiene la voluntad del alma, produce en ella un insaciable deseo de trabajar por el Amado”. (San Juan Crisóstomo)
Ya es tiempo que dejemos de autocriticarnos y dejemos de llegar a la falsa conclusión de que no somos lo “suficientemente buenos” como para merecer ser llamados por Dios, pues Él, que te creó a ti, no se equivocó. Ya es tiempo que dejemos esas veces que nos autoexcluimos de sus planes, que son sabios y perfectos, sin darnos cuenta que Él no nos ha llamado para señalarnos o reprocharnos, ni castigarnos y, mucho menos, para desecharnos, sino para hacer de nosotros algo que nuestra mente nunca pudo imaginar: Engrandecer su Reino.
Jesús predicaba a grandes multitudes que estaban atentos a sus palabras, pero Jesús tenía planeado mostrarle algo maravilloso a uno de los que llegarían a ser punta de lanza cuando Él faltara: Pedro, pescador de profesión… para él, Jesús tenía otros planes.
De igual manera, Dios que te llama constantemente, tiene otros planes para ti; a veces vamos por la vida creyendo que ya hicimos todo para tratar de solucionar esto, para arreglar aquello, vencer ese obstáculo, ganarle al problema… Pero en ocasiones nos olvidamos que la última palabra la tiene el Señor y, por muy “ilógica” que nos parezca su voluntad, siempre, la mejor respuesta, la encontraremos obedeciendo su palabra.
Que mejor satisfacción, que mejor respuesta a todo esto (a todo aquello, al obstáculo, al problema, a toda dificultad…) que ver con nuestros propios ojos el resultado de corresponder el llamado de Dios. Que nunca se nos olvide que Dios actúa mediante misterios de amor tan grandes como Él, que su poder es ilimitado y “aquello”, lo que para nosotros parece imposible, para Dios es posible, si Él así lo quiere. Y en este momento Él ha querido, está decidido a llamarte a servir, Él sabe que no es imposible que tú lo hagas… Cuando Dios te llama, es porque eres el indicado.
Ya es tiempo que dejemos de decirle a Dios, “APARTATE DE MI, PORQUE SOY UN PECADOR”; ya no reaccionemos de esta manera, dejemos de considerarnos que no somos tan buenos como para estar cerca de Él, como para ser llamados por Él. ¿Quién dijo que Dios vino a buscar a los buenos?, ¿Quién dijo que Dios vino a buscar a los capacitados?… Dios no vino a buscar a los que se creen buenos, Él vino a buscarnos a todos nosotros que, por nuestra naturaleza humana, tan frágil, somos pecadores, para hacer de nosotros lo que Él tenía planeado, para avergonzar a lo sabio de este mundo (1ª Cor. 1,27) y demostrar que lo único que Él necesita para utilizarnos es nuestro corazón contrito y humillado.
Todos nosotros hemos pensado después de haber fallado, luego de haber caído y sentir “vergüenza” de haber pecado, que tenemos que alejarnos de Dios. Olvidamos que ese Dios Omnipotente también es Omnipresente, Él lo sabe, sabe cuándo le hemos fallado y cuando Dios nos vio, lo hizo con ojos de amor; vio en nosotros más la capacidad especial para realizar el servicio para el cual nos ha llamado y al cual nos designó desde antes de nuestro nacimiento. A pesar de todo, a Dios no le importan tanto los errores que teníamos o que tendremos, precisamente eso nos hace ser más capaces de ser testigos de su misericordia, Dios más bien ve nuestros corazones, debemos esforzarnos por presentarlos humildes y sinceros, capaces de reconocer errores y de dejarse guiar por su voz divina.
Por eso, recuerda a Jesús diciéndote hoy, mañana y siempre: No tengas miedo yo estoy contigo siempre a donde quiera que vayas ¡De ahora en adelante, serás mi pescador de hombres!… Es posible que leyendo esto o en los últimos días te hayas sentido indigno del amor y del llamado de Dios, pero Dios quiere decirte en este preciso momento a tu corazón que no te hizo digno por algún merito que humanamente hayas hecho, sino más bien porque Te Amó desde un principio y tal es su amor por ti, que envió a su Hijo para que con su sangre, todos tus pecados, faltas y desméritos sean borrados y para que seas digno del Reino de los cielos… Tú vales la Sangre de Cristo.
Es hora de entender que cuando Dios quiere usarte, no lo hace por tu “perfección”, pues Dios te llama para llevarte progresivamente a la perfección (santidad). Recuerda cada vez que sientas el llamado de Dios, cuando Él te busque, es porque eres el indicado para ese trabajo; Dios nunca se equivoca, cuando te llama de manera personal, Él nunca vacila sobre lo que tiene para ti y ha de cumplir contigo lo que un día se propuso.
Dios te llama para hacerte pescador de hombres; lo que un día Él decidió para ti, ten fe que se cumplirá, porque Dios en su infinita misericordia te escogió para engrandecer su Reino y usarte en gran manera. Dios te ha buscado, te perdonó, te ha llamado y está cada día perfeccionando la obra en ti; deja de sentir que no eres lo suficientemente bueno como para corresponder el llamado, Dios vio más allá de lo que tus ojos humanos pueden ver y se dio cuenta que eres un arma poderosa en sus manos, lo único que tienes que hacer es creer y dejarte usar por Él.
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