La oración es música callada y soledad sonora. Es un grito amoroso dicho ensilencio y manifestado con constancia. Es esperar para encontrar, hablar para callar, decir para escuchar.
Pero,¿cómo vivir este silencio que es preparación indispensable para la oración? ¿cómo vivir este lenguaje durante mi diálogo con Dios?
¿y cómo hacer para que sea realmente un ambiente espiritual constante para toda nuestra vida espiritual?
Siete silencios, siete lecciones para crecer en
intimidad con Jesús
1. El silencio del protagonismo:
Al acudir a la oración nos preparamos para el
encuentro con Dios sabiendo que lo importante no es tanto lo que queramos
decirle sino lo que Él nos quiere decir.
Escucha al Maestro sabiendo que Él ya sabe lo que necesitamos. Dejar que
Él nos hable para que nos sorprenda con su milagro de amor y nos dé el vino que
nos alegra el corazón.
2. El silencio de las quejas
Aceptando la voluntad de Dios, el corazón entra a la
oración con una historia, una experiencia y unas heridas. Ese corazón es como
un mapa que Dios conoce y recorre. Deja que Él te descubra a dónde te quiere
llevar, qué quiere de ti. Deja que Él te explique el para qué y te muestre su amor
hecho sabiduría. Confía, escuchay camina.
3.El silencio de la razón
Cuando parece no haber sentido en mi vida, la
pedagogía de Dios necesita siempre ser iluminada por la fe. La razón necesita
de esta luz. Por eso he de entrar a la oración buscando esa luz. Me hará
"salir del desierto del « yo » autorreferencial, cerrado en sí mismo, y
entrar en diálogo con Dios, dejándose abrazar por su misericordia para ser
portador de su misericordia. Así, la fe confiesa el amor de Dios, origen y
fundamento de todo, se deja llevar por este amor para caminar hacia la plenitud
de la comunión con Dios" (PapaFrancisco, Encíclica Lumen Fidei 46).
4.El silencio de la seguridad humana
En nuestra inseguridad nos abrimos a la amistad de
Cristo, a su cercanía y a su misericordia. Escuchamos más cuando no tenemos
preguntas e inseguridades. Fijamos más la atención en Él. Acudimos más a su
corazón cuando nos sentimos indefensos. Mi inseguridad en tu corazón para que
tu corazón sea mi seguridad, ésta tiene que ser nuestra oración en este
silencio.
5. El silencio del dolor
Llegar a la cruz fijando la mirada en Él, aprender de
su silencio redentor. Pocas palabras nos dijo Jesús en la cruz. Caminó sufriendo
por amor; tuvo gestos salvíficos para los que le rodeaban. Su dolor era para
los demás porque vivía su unión con el Padre de manera constante. El dolor es
redentor cuando se silencia y se ofrece. Entra a la oración con un sentido de
ofrecimiento para que también, en silencio, puedas hacer esa ofrenda uniéndola
a la de Cristo.
6. El silencio de la humildad
De rodillas, más cerca de la tierra
("humus", tierra en latín, origen etimológico de la palabra
humildad). Somos polvo y al polvo volveremos. Vivamos esta realidad con fe. Yo
no soy nada Señor, pero contigo soy todo porque te tengo a ti y esto me basta.
Este silencio me hará vivir en la verdad y caminar más cerca de Jesús. El que es
humilde camina por el camino estrecho, desconfiando de sí, pero confiando en
Aquel que me llevará a la puerta de la vida.
7. El silencio del abandono
La oración me tiene que llevar a un acto de abandono
que sintetiza los seis silencios anteriores. Es la actitud de la infancia y
sencillez espiritual. Lanzarse al vacío porque mi Padre siempre me acoge, me
protege y me cuida. Este silencio me llevará a descubrir la ternura de Dios,
quien con infinitos gestos me grita al oído: estoy locamente enamorado de ti.
Autor: P. Guillermo Serra
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