A Dios le gusta estar conmigo. Pero a veces rezo desde mi
coraza. Hablo sin parar y no le dejo espacio y tampoco dejo espacio para que mi
alma respire.
A
veces rezar se convierte en una obligación, un punto en mi
carnet de buen cristiano, en lugar de ser para mí lo más necesario. Sucede
cuando no busco en Él mi descanso, mi roca para apoyarme, mi barca para que
calme mi tempestad. A veces mi oración es egoísta, y me quejo de otros y pido
para mí.
Quiero
que Dios ensanche mi corazón al orar. Por eso le pido que me enseñe. Quiero
tener sus ojos y que abra mis puertas cerradas. Miro a Jesús. Quiero
aprender a orar a su manera. Dios está tan cerca de mí y yo a veces no
sé cómo buscarlo, cómo hablar con Él.
Mi
oración no tiene que ser perfecta. Basta con que sea mi oración pobre y
sencilla, nada más.
¿Cómo
rezo? ¿Qué lugares me dan vida para rezar? ¿Cuál es el estilo entre Dios y yo?
¿Cómo me busca Dios? ¿Cómo le busco yo? La vida en la tierra es buscarnos
mutuamente Dios y yo. Esperarnos y encontrarnos.
Me
gustaría saborear en esta tierra algo de esa intimidad que tendré con Dios en
el cielo. Orar desde el alma, desde quien soy, desde el momento en
el que estoy, sin recordar con nostalgia momentos místicos que pueden haber
pasado.
¿Le
hablo a Dios de lo que siento, o sólo hablo desde mi mente? Orar en
profundidad. Haciendo que al orar, mi vida tenga hondura y sentido. Ese sentido
que le da caminar con Dios, vivir en sus manos. Orar desde la entrega de hijo,
como Jesús. Desde mi pequeñez. Desde ese nombre que Dios pronunció al crearme.
Y
al orar, lo escucho de nuevo en mi oído. Orar sintiéndome amado
profundamente. Eso es orar. Así era la oración de Jesús. Escuchar que
soy el hijo amado. Así quiero orar para sentirme amado, para saberme hijo. Para
amar con torpeza, pero dando la vida.
Sé
que sólo es posible desde Dios. Sólo orando puedo amar en
plenitud. Sólo amando puedo orar como Jesús oró. Con silencios.
Con palabras. Con miradas. Con todo mi ser. Quiero vivir junto a Él. En cada
paso de mi vida.
Recuerdo
a Jesús orando toda la noche antes de elegir a sus apóstoles. Era Dios, y
estuvo toda la noche entregando esa decisión tan importante. ¿Yo
cuento con Dios en mis decisiones? ¿O se las cuento cuando ya he
decidido para que las haga realidad?
Me
gusta ver a Jesús buscando en la oración la voluntad del Padre. Me gustaría ser
así. Modelar mi voluntad a la de Dios. Escucharlo, aprender a tener el alma
sensible a sus más leves deseos. Él sólo busca mi felicidad. Y yo confío y
descanso. ¿Qué vieron ese día en Jesús? ¿Vieron su alegría, su paz, su fuego,
sus ojos? Quiero aprender a rezar como Jesús.
Por CARLOS PADILLA ESTEBAN
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