Cada año llegaba con el maíz
cosechado y salía vencedor portando una faja azul, recubriendo su pecho,
que indicaba que su maíz era el mejor de todos. Y no solo eso, sino que
iba superando a sus cosechas pasadas. Todos estaban asombrados.
Al final de la entrega de
premios, los periodistas lo entrevistaron. Uno de ellos, perteneciente a
la televisión, le hizo la pregunta que a todos les interesaba: ¿Cómo
acostumbraba cultivar su valioso producto? ¿Cuál era su secreto?
Al agricultor no le importó
revelarle su secreto: su método consistía en compartir buena parte de
sus mejores semillas con sus vecinos, para que ellos también las
sembraran. El periodista quedó sorprendido:
- “¿Cómo es posible que les
comparta sus semillas cuando ellos están compitiendo directamente con
usted?” Pero el agricultor le confirmó:
- “Bueno, es muy simple. Usted
sabrá que el viento recoge el polen del maíz maduro y lo lleva de campo
en campo, y eso ayuda a que sea mejor el producto. Si mis vecinos
cultivaran un maíz de baja calidad, la polinización degradaría
continuamente la calidad de mi maíz. Si yo quiero cultivar maíz bueno,
tengo que ayudarles a cultivar el mejor maíz, y por ello les doy a ellos
mis mejores semillas. A fin de cuentas es como todo: uno cosecha lo que
siembra.
Moraleja: Preocuparse de los
demás es el mejor modo de preocuparnos de nosotros mismos, pues pensar
en el prójimo es el mejor modo de pensar en nosotros mismos”. Si
decidimos estar en paz, no solo hemos de estar en paz con nosotros
mismos, sino hemos de hacer que los demás consigan estar en paz. Y si
queremos vivir felices, hemos de procurar que los demás sean felices
también.
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